Qué inocente fui al creer que, tras una semana de reposo después de una infiltración de corticoides, estaría recuperada al 100%. Todo se quedó en un intento.
Quizás fueron las prisas por querer llegar en un gran momento a citas importantes. Quizás fueron las ganas de volver a ser como antes. Quizás fue el espíritu competitivo que llevo dentro de mí, o tal vez la ansiedad por querer volver a lo más alto y no poder hacerlo. Las prisas nunca fueron buenas...
Tras 4 semanas, de aumento progresivo de cargas, nada ha salido como lo esperado. A lo mejor también es que esperaba demasiado. Sea como fuere, sigo aquí, con una nueva infiltración (esta vez de colágeno) intentando volver al sueño de ser una atleta de élite.
Parece tontería, pero estos golpes tan duros y estos obstáculos tan altos me están haciendo ver la vida de otra forma diferente. Hay que luchar con el corazón, eso está claro, pero es mejor que esté acompañado de una mente fría y calculadora. ¿Por qué? Porque el corazón es muy impulsivo. Te hace ir rápido, te incita a ir a por lo que quieres aquí y ahora. Te engaña, porque por muchas ganas que se tenga, lo primordial para conseguir tus sueños es estar en plenas condiciones. Ahí entra la mente, o al menos debería de entrar y decirte que aún no es el momento, que esperes o volveriás atrás.
Mi mente, mi cabecita loca, parece que ya se va enterando de las cosas. A buenas horas... Pero lo importante es que está madurando y viendo las cosas de otras formas. No es miedo, es prevención.
Apuesto a por que volveré más fuerte que nunca. Apuesto a que conseguiré todos los sueños que soñaba. Apuesto a que me volveréis a ver ganando, triunfando.
¿Apostáis?
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